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En 2007 se inauguró esta escuela de primaria en la Comunidad Católica Galilee en Aldinga, al sur de Australia. Allí asisten a clase cada día ochenta y cinco alumnos de edades comprendidas entre cinco y once años. El proyecto de esta pequeña escuela incluyó un parking, aulas, salas de actividades interiores y exteriores como grandes terrazas o huertos.

Uno de los objetivos de la escuela es fomentar el aprendizaje y el trabajo en equipo, pero sin perder la capacidad de individuo de cada niño, de modo que en cada una de las clases encontramos un «rincón silencioso» donde los alumnos pueden leer o realizar cualquier actividad de manera individual. De esta manera, el desarrollo personal que tanto necesitan los niños en edades tempranas no queda restringido por compartir aula con otros compañeros.

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Las vistas desde las ventanas de las aulas son realmente espectaculares. Desde ellas, y gracias a la carpintería de madera, se enmarcan las colinas del sur o el huerto de almendros. También podemos observar que en las clases no hay mesas, ni sillas; el objetivo es que los niños encuentren un ambiente confortable, ya sea sentados en una alfombra en el suelo, en pufs o en cojines, sin la rigidez de las aulas convencionales de pupitre y silla.

El interior de edificio combina verdes y azules, mientras que el exterior en blancos y madera se integra a la perfección en el emplazamiento. Una gran sala abierta, que recibe mucha luz natural y que pretende ser a la escuela lo que el salón es a un hogar; un punto de encuentro, de juegos y de diferentes actividades donde conectan varios espacios a la vez.

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En conclusión, la proyección de esta escuela se ha basado en la relación entre la pedagogía y el espacio, tratando al espacio como un maestro en sí que puede motivar el aprendizaje o arruinarlo por completo.

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