La lectura es una de las actividades más interesantes para niños. Sí, también para adultos, pero es que en el caso de esas pequeñas mentes, la lectura puede potenciar su concentración, imaginación e incluso la empatía. Además, a través de la lectura se pueden aprender muchísimas cosas, ayudando también a los peques a comprender situaciones vitales y complejas que de otra forma no sería tan sencillo de asimilar. Por todo ello, crear el hábito de lectura en un niño es bueno. ¿Cuándo hacerlo? Pues lo cierto es que cuanto antes, mejor. Es posible incluir la rutina del cuento desde bien pequeños.

Iniciar el interés por la lectura en bebés

Sí, ya sabemos que un bebé no sabe leer, pero un niño con 2 o 3 años (por norma general) tampoco. Esto no significa que no podamos ir trabajando en este hábito de la lectura.

Cuando son muy pequeños, podemos encontrar libros sencillos con cuentos sencillos adecuados a su edad. En este punto, es importante siempre que confiemos en profesionales y compremos cuentos adaptados a estas edades. Por ejemplo, la casa del libro cuenta con un amplio catálogo de lectura infantil.

Podemos hojear libros con ilustraciones cuando son pequeños. A partir de los seis o siete meses, podremos empezar a mostrarles el contenido de los libros para que vean colores y dibujos. Eso sí, recuerda que son bebés y que su atención no siempre va a estar centrada.

Poco a poco podemos, además, incluir la rutina del cuento antes de dormir. Nuestra voz calma, si además narramos una historia, iremos creando un bonito ritual para el resto de su niñez. Ojo, intenta que los castigos nunca estén enfocados a dejar el cuento antes de dormir. Esta actividad debe ser siempre sagrada.

Cuando son peques, además, podemos sostenerlos encima mientras leemos nosotros, permitiendo que ellos mismos puedan agarrar el libro e incluso pasar las páginas. No te olvides de leer con efectos divertidos en la voz. Usa todo tus recursos para que la historia sea mucho más divertida.

Lectura a partir de los 2 años

A partir de los 2 o 3 años, los niños ya pueden tener más autonomía para pasar las páginas de un libro. No es que lean, porque no van a saber, pero por lo menos van a disfrutar de las ilustraciones. Además, a partir de los 3 años sí es posible que puedan empezar a intentar descifrar, por lo menos las letras.

En este punto, es importante que señalemos que crear un hábito en los niños no tiene que hacerse a la fuerza. Es mucho mejor hacerlo de una forma sugestiva y no impositiva. En los pequeños, las órdenes muchas veces no funcionan. ¿Cómo hacerlo entonces? Mostrando las posibilidades lúdicas y creativas que tiene la literatura infantil. Leer cuentos con ellos nos va a permitir, después, crear historias con ellos.

Si forzamos que cojan libros o que miren dibujos en ellos, seguramente terminarán aborreciendo esta actividad.

Conocer los gustos del pequeño

Es posible que al principio, cuando son muy pequeños, no podamos saber con certeza cuáles son sus gustos. No obstante, a medida que crecen, los peques van mostrando interés por diferentes mundos. Esto puede ser el mejor de los aliados para la lectura; y es que si ofrecemos libros que llamen su atención y que cumplan con sus expectativas, seguramente los niños van a recurrir a ellos con más asiduidad.

Al final no se aleja tanto de la lectura adulta. Los mayores escogemos los libros según nuestros gustos. Los peques también, pero con otros intereses. Es posible, por ejemplo, que les encante el mundo del mar o del espacio, o quizá prefieran ver libros con sus protagonistas favoritos, desde Pocoyó hasta Pepa Pig.

Si te ven leer se animarán

Dicen que no hay nada como predicar con el ejemplo. Lo cierto es que los pequeños, esto de la imitación la llevan al extremo. Los juegos de imitación son muy recurrentes en ellos. La imitación de los mayores es su pasión. Esto hace que sea también importante que nosotros mismos tengamos ese hábito de lectura.

Podemos repetirle a un niño que leer es lo mejor que le puede pasar, pero si no nos ve coger un libro, seguramente pensará que estamos contándole cuentos chinos. Así pues, la forma más eficaz de que nuestro hijo lea, es precisamente viéndonos leer a nosotros.