5 CLAVES

Tras un periodo histórico de intensa represión educativa actualmente nos encontramos en un momento de excesiva permisividad, en el que sentar autoridad con los peques no siempre está bien visto. Lejos de la figura autoritaria que exige disciplina a los niños, hoy en día se ha extendido el estilo paternal permisivo que se excede en el aspecto de la consideración con el niño. Esto ha llevado a que se confundan en muchas ocasiones los papeles de amigo y padre, o amiga y madre, provocando en algunas ocasiones en los hijos una actitud preocupante de insubordinación doméstica de la que solo se genera desorden y conflicto, efecto conocido como “niño mimado” o “niño consentido”. Lo cierto es que ninguno de los dos extremos es bueno, ni el autoritario ni el permisivo, y tenemos que conseguir un equilibrio entre ambos.

Mantener el equilibrio entre la autoridad y la permisividad entraña diversas dificultades. Principalmente un padre debe de tener autoridad sobre sí mismo y ser coherente, para que el hijo respete esa autoridad transmitida naturalmente, pero a su vez debe de saber acercarse al hijo y comunicarse con él desde el cariño y la consideración. El exceso de permisividad provoca una pérdida del sentido de la autoridad en el niño, que acaba manipulando y haciendo lo que quiere, mientras que el exceso de autoridad estimula tanto un vasallaje psicológico como la rebeldía más o menos explícita.

El estilo educativo permisivo imperante actualmente ha provocado, en muchos casos, un progresivo debilitamiento del carácter en nuestros hijos, que cada vez se guían más por la cultura de lo fácil, lo rápido y la ley del mínimo esfuerzo, bajo una sensación de que tienen derecho natural a todos los lujos que la vida moderna ofrece sin tener que aportar nada a cambio, ignorando absolutamente el significado del mérito. Esta situación se asocia a una serie de falsas creencias acerca de la educación que es importante analizar.

Hoy os queremos plantear una lista de errores típicos en la educación de los niños, y aportaros pautas sobre cómo educar a vuestros peques para que desarrollen un carácter fuerte y equilibrado.

Errores típicos:

1-“Si no le gusta, o no quiere, es que no es bueno para el niño”

Los niños, en general, no tienen noción de lo que es bueno o conveniente para ellos, se guían, a menudo, por un criterio hedonista, es decir, por el principio del placer, la apetencia y la comodidad. Un niño tiene criterio acerca de lo que no le conviene en ocasiones muy concretas, como cuando enferma, por ejemplo, ya que es la sabiduría natural de su cuerpo la que determina lo que es bueno para él/ella en ese momento, y aún en este caso, con excepciones. Otro caso en el que los niños saben lo que es bueno para ellos es aquel en el que el niño trata de mostrarse como se siente sin fingir. En tales casos el adulto debe de tolerar que exprese libremente sus sentimientos cuando el niño lo necesita sin reprimirlo ni obligarlo a ser hipócrita, si bien tiene que hacerle comprender que hay situaciones sociales en las que hay que guardar la compostura.

2- “Si lo obligo o lo fuerzo cuando no quiere lo voy a traumatizar “

Esto es falso ya que cuando un niño se resiste a hacer algo que no quiere, su último recurso es, en muchos casos, la rabieta o tormenta emocional, generalmente para lograr que se haga finalmente lo que él quiere. La maduración es equivalente a desarrollar tolerancia a la frustración y aprender a luchar y esperar por conseguir lo que uno quiere. Frustrando u obligando a un niño a hacer cosas que son buenas para él no se lo traumatiza, todo lo contrario, ya que si se le complace en sus negativas esto supondrá el verdadero trauma del niño cuando tenga que enfrentarse a la vida sin la protección de los padres.

3-“Si se tiene que esforzar, pasar situaciones incómodas, aburrimiento, o trabajo pesado va a sentarle mal o a enfermarlo“

Los niños deben de desarrollar la voluntad y el carácter para llegar a tener éxito en la vida, como los adultos. El desarrollo de la voluntad es la base del desarrollo de un carácter templado y equilibrado. La voluntad y el carácter solo se desarrollan enfrentándose a situaciones duras y difíciles, por medio del esfuerzo y la disciplina, la constancia. Si permitimos que nuestros peques realicen actividades, con las que se han comprometido, solo cuando les apetece o cuando hace buen tiempo y las condiciones son favorables, estamos debilitando peligrosamente su carácter y sembrando en ellos la semilla de la infelicidad. El niño debe comprender ese dicho de que “Hay que estar tanto a las duras como a las maduras” y no solamente en los momentos dulces en los que todo resulta fácil y agradable.

 4-“Los niños son sinceros, nunca mienten, siempre dicen la verdad”

Esta es quizá la creencia más ingenua acerca de la mente infantil, el afirmar que un niño nunca miente por verle en ocasiones arrebatos de sinceridad debidos a la falta de desarrollo social de su personalidad. La mente infantil se mueve por el principio hedonista del placer y el mínimo esfuerzo, especialmente en presencia de la madre. Esto quiere decir que muchos niños suelen mentir para evadir toda responsabilidad de hacer lo que no le apetece en un momento determinado, todo aquello que le cuesta o le contraría por la razón que sea. Esto se ve especialmente a la hora de asumir la “culpa” de un error cometido, casos en los que el niño trata de evitar asumir la responsabilidad de sus actos mintiendo. También sucede a la hora de responsabilizarse de sus deberes cotidianos, por eso, tolerar que un niño decline su responsabilidad consintiendo sus mentiras por ternura, o creyendo que siempre dice la verdad, deriva en un debilitamiento marcado de su carácter y su identidad.

 5-“Si haces esto te compro tal, te doy una chocolatina, te dejo jugar a cual”

El buen comportamiento de los peques debe de tener incentivos que los motiven, los cuales se convierten en premios y refuerzos necesarios para que se comporten como es debido. El problema con los premios es que, muchas veces, se convierte en un recurso fácil para motivarlo y que no nos de la lata, sin transmitirles un sentido claro y definido de lo que es el merecimiento y el esfuerzo. Es decir, el niño debe de comprender que hay que esforzarse porque eso es lo correcto para consigo mismo y con los demás, lo que debe de ser premiado con el aplauso y la glorificación de su esfuerzo. El esfuerzo tiene que ser asociado a valores como el honor y la dignidad, y no solamente a la chuche y el juguete. Si aprende a obedecer y esforzarse solo por conseguir chuches o caprichos, en realidad le estamos enseñando a manipular y hacer las cosas solo si le conviene a sus intereses más hedonistas.

Por lo tanto, seamos un poco más exigentes con nuestros hijos y les haremos un gran favor, ya que cuando se enfrenten a la vida, sin el colchón de unos padres que los protejan, se encontrarán con más recursos y sabrán disfrutar más de las cosas que consigan, convirtiéndose en personas equilibradas, seguras y exitosas en la vida.

(Post redactado por Cesáreo Hernández – Gabinete psicológico fipsicología)